¿Por qué en Tiedra, en un pueblo?

Vivíamos en la ciudad, pero por más que estrujemos nuestros recuerdos, los primeros que tenemos son todos de Tiedra.

 

Recuerdo cuando de niños, nuestra madre Pilar nos preguntaba todas las semanas que qué queríamos hacer ese fin de semana. Sabía la respuesta tanto como nosotros, pero la gustaba escucharnos decir que queríamos ir al pueblo

El abuelo siempre preparando algún aparato para que jugáramos. Recuerdo una vez que preparó una plataforma con ruedas para enganchar a la moto a modo remolque y llevarnos ahí encima… me pregunto qué dirán de aquello los padres cuyos hijos ahora juegan en parques de goma.

La abuela, día tras día nos preguntaba que si queríamos que nos preparara merienda, aunque a día de hoy seguimos sin entender para qué lo preguntaba. Galletas de Ca´ Tiqui, rosquillas que había hecho ella, y un buen bocata de chorizo de su propia matanza o de la de alguna amiga ¡para nosotros y todos nuestros compañeros claro! Que suerte que la abuela no supiera nada sobre la cultura healthy, y que suerte que siga sin saberlo.

 

Sobre nuestros padres, siempre hubo algo que no entendí. Si no me equivoco eran los mismos en la ciudad que en el pueblo, pero el caso es que en la ciudad una gran parte de sus frases empezaban por no (no puedes, no toques, no te separes…) y en cambio en el pueblo apenas usaban esa negativa. Y claro, como buenos trastos eso suponía un paraíso de oportunidades.

Y cuando a unos chicos les permites tanto, lo que consigues es que generen un vínculo con el pueblo y la gente, que permanecerá siempre en su memoria.

 

Porque todo el que tiene pueblo, habla de él como si no hubiera otro mejor y como si lo que ha vivido allí no lo ha vivido en ningún otro lado, pero ¿sabéis qué? Que es cierto. Da igual quién sea vuestro amigo y cuál sea su pueblo, que os aseguro que no os miente.

  

Yo de pequeño le preguntaba a mi padre que cuánto le pagaban a aquel señor que estaba podando esos arboles, y mi padre se reía y me decía con una sonrisa de oreja a oreja, que no le pagaban, que esos arboles eran suyos y los quería tener sanos y bonitos, para él y su familia (tal como hacemos nosotros ahora). A día de hoy me sigue haciendo mucha ilusión valorar eso, paso con mi chica y le digo orgulloso (y pesado) “mira, la era del abuelo de fulanito; y mira la nave de menganito…” porque en un pueblo, se comparte y entiende como propio el éxito de los vecinos, porque en definitiva no deja de ser un éxito del pueblo.

 

Una anécdota que no se me olvidará nunca, es mi primer partido de baloncesto en Las Agustinas (Valladolid), al que mis abuelos fueron a verme creyendo que estaban junto a mí en uno de los momentos más importantes de mi vida. Se lo agradecí, eso desde luego, lo que creo que no sabían es que nada más verles lo único que pensé es en que para mí lo más importante y lo único que quería era que semana tras semana llegara el viernes para ir al pueblo a estar con ellos. Acabé más tarde dejando el baloncesto (antes que cualquier otro chico) para poder ir al pueblo a trabajar en lo que fuera.

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Mentiría si os dijera que considero normal que las ciudades no paren de crecer y los pueblos no dejen de perder población. Hay detrás muchas circunstancias, mayormente económicas, que hacen que exista un interés (interés para el que le interese… que no es mi caso ni la mayoría de los vuestros) porque los núcleos de población sean cada vez más grandes y competitivos a nivel global, y esto se ha fomentado políticamente, llegando a un punto en el que han conseguido que la opinión social generalizada no considere ni si quiera la posibilidad de la vida en los pueblos. Es decir, hablando en plata, nos han enseñado (por no decir otra palabra más fea) a que vivamos en la ciudad y que no hay más opciones; y como vivimos en una sociedad muy poco crítica, es muy poca gente la que se sale del tiesto y se atreve a si quiera valorar cualquier otra opción.

Hay mucha gente que dice querer reivindicarse contra el sistema, y yo les diría a todos ellos que “No veo mejor forma de hacerlo que llenar los pueblos de gente”

 

Cuándo alguien me pregunta sorprendido que cómo hemos montado una empresa en Tiedra, con la poca gente que vive aquí… les explico que no necesitamos transporte para ir a trabajar, les hago ver que continuamos trabajando en la misma era donde trillaban nuestros abuelos y por la que tanto trabajaron, fardo de que es nuestro propio proyecto y se trata de algo que ilusiona y representa a nuestra familia, y acabo invitándoles a que vengan a comporbar todo esto por ellos mismos, a disfrutar de la sencillez y tranquilidad que ofrece una vida de pueblo.

Podría también hablaros de que cuando voy al bar no necesito quedar de antemano con nadie, porque esté quién esté seguro que es alguien con quién puedo hablar largo y tendido; porque a media mañana siempre aparece algún amigo en la nave para arreglar el mundo, porque sin planear siempre surgen cenas en el merendero (en las que por cierto, cada uno aporta algo que ha hecho él mismo en su casa: vino, chorizo, licor, jamón, pastas…), porque compartimos mucho más que en las ciudades, en todos los sentidos.

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Nosotros queríamos un oficio que pusiera en valor todo lo expuesto en este post, además somos conscientes de que el mundo rural necesitamos un empujón, y sentíamos la responsabilidad de devolver lo mucho que nos ha dado nuestro pueblo. Creemos que la apicultura es el medio perfecto para hacerlo ¿nos acompañáis en Miel setentaynueve?

Oscar Gato

19/02/21